SE VA EL REY DEL PICO, TOREANDO COMO SABE
SERGIO PABLO TAPIA HELFER
DESCARGANDO LA SUERTE, FUERA DE CACHO Y CITANDO CON EL PICOEn 2020, Antonio Lorca comentaba sobre Ponce, reconociendo su maestría, pero a la vez resaltando su figura ya algo desgastada: “Los años no pasan en balde, el tarro de las esencias está vacío, ya está dicho todo, el discurso se ha acabado; habla delante del toro y no dice nada de interés. Dicho en castellano: ha demostrado que es un torero amortizado, que ya no aporta como antes, que torea más despegado y ventajista que nunca, y que el toro con el que de verdad luce hoy es el moribundo, el que le permite administrarle la extremaunción en medio de la algarabía de un público festivo y jaranero”.
TORO ENTREGADO Y LEJOS DEL TORERO
FUERA DE CACHO, EL TORO CITADO CON EL PICO Y POR FUERA.
Desde aquel día hasta el pasado 3 de noviembre de 2024, fecha señalada para la despedida de Ponce en Acho, no cambió mucho donde le tocaron tres toros de la ganadería El Pilar, de procedencia Juan Pedro Domecq.
Así salió el toro marcado con el número 76 como quinto de la tarde, tercero y el de la despedida para el valenciano, y que serviría para el del triunfo de Ponce. De menos peso que sus hermanos, permitió mayor lucimiento porque le costaba menos desplazarse. El colorado, de nombre “Sospetillo”, fue bravo en el sentido de Juan Pedro Domecq, quien decía: “Un toro será más bravo cuanto más embista a todo lo que se mueva en el ruedo delante suyo”.
Yo me inclino más por la definición de bravura de Victorino Martín: “Es la capacidad de luchar hasta la muerte, con poder, fiereza y nobleza”. Bajo esta lupa, el último toro de Ponce careció de poder y fiereza, aunque no de nobleza. Mucha nobleza, en realidad, permitiendo a Ponce lucir su elegancia despegada, al hilo del pitón y muy lejos del toro. Hubo torería, claro que sí, pero no completa; faltaba la emoción. Y la emoción en el toreo está en el peligro.
Ponce dice que torear al hilo del pitón es más arriesgado que cruzarse al pitón contrario. Esto, al aplicarse en toros nobles como el que enfrentó aquí en Acho, sin poder ni fiereza manifiestas, supone un riesgo controlado, pues el animal repetirá la embestida sin cambiar de dirección ni mirar otra cosa que la muleta, que actúa como un talismán. Sin embargo, ante un toro con poder y fiereza, esconderse tras el engaño sería la única manera de acercarse sin riesgos, porque, al menor descuido, el toro buscaría directamente al torero. La prueba está en el ejemplo de Padilla, quien, tras enfrentarse a toros de encastes difíciles y fieros, finalmente “disfrutó” de la otra cara de la fiesta en sus últimos años. Clara evidencia de las dos caras de esta liturgia.
Antonio Lorca también comentó en 2020 sobre Ponce: “Su tauromaquia se ha devaluado; de la épica ha pasado a la búsqueda de la estética, y de esta a una suerte de baile gazmoño que dice muy poco de la imagen de una auténtica figura del toreo”.
OLE! !MIREN LA DISTANCIA EN LOS MULETAZOS Q ESTALLARON EN ACHO. QUE EMOCION Y PELIGRO!
Y justamente esa estética es la que atrajo a los poncistas a Acho, donde pudieron admirar su baile elegante, parsimonioso y acompasado. A ojos de una afición huérfana, esto es sinónimo de triunfo. La primera oreja ya estaba en el bolsillo, luciendo con sus "poncinas", adornando el toreo pero sin emoción real. Hubo dos muletazos de oro, como decía Chenel, que aplaudí porque, aunque no sea poncista, hay que reconocer la maestría cuando se presenta. La estocada final fue de real maestría; realizó la suerte como debía, a por todas, haciendo la cruz, y aunque su oponente era ya casi un despojo, puso la estocada en buen lugar.
Si fuera un poncista empedernido, le habría pedido más de esos pases de oro en sus faenas, una muleta más pequeña y menos obsesión por la estética; más de aquel Enrique Ponce entre 1990 y 1997, cuando enfrentaba toros de Samuel Flores, Victorino, Cuadri y Murteira, entre otros.
Quiero destacar el primer toro, que fue complicado, gazapón, brusco y de movimientos lentos acorde con su peso. No fue fácil, pero pase a pase, Ponce logró domeñarlo, sacándole faena con mucho mérito. Los silencios acompañaron el trabajo; ¡qué hermosos son los silencios en Acho! La decadencia del taurinismo se muestra en aquellos que piden música y banda a cada rato. La faena fue contenida en aplausos, y Ponce, tras una estocada fallida y luego otra fuera de sitio, se conformó con saludar desde el tercio.
El segundo toro de Ponce y tercero en el orden de salida tampoco fue muy diferente: más protestón, con menos ganas de embestir, y finalmente se rajó. Me sorprendió que lo llevara dos veces a la puya, ya que Ponce suele cuidar sus toros con esmero, pero finalmente no tuvo fondo, y así terminó la historia.
Lorca concluyó su crítica de aquella vez diciendo: “Desde la profunda admiración y el respeto, aunque muchos no lo crean así, lo mejor que Ponce puede hacer es dejar paso a las nuevas generaciones, saludar al respetable, marcharse a su casa, disfrutar de lo alcanzado y aceptar todos los homenajes que con su esfuerzo se ha ganado en la plaza”.
Ese momento finalmente llegó. Durante años nos preguntamos: ¿Hasta cuándo toreará Ponce?
No soy poncista ni lo seré jamás, y lo único que extrañaré son las discusiones con sus seguidores apasionados, defendiendo a ultranza su maestría a pesar del pico y del toreo en terrenos alejados. Fue un rey en una época de decadencia, en la que nos intentan vender que se torea mejor que nunca, con el toro “más bravo de siempre”. Frases hechas para un público que solo se contenta con salidas a hombros, ignorando que un natural como los de "Chenel" al toro blanco de Osborne, o los de Juan Mora en Madrid en otoño del 2010, un par de banderillas como las de El Vito en la cara, o un capotazo cargando la suerte como los de Curro Puya podrían pagar una entrada hasta un abono de feria completo.
Ponce toreó 5,000 toros; sin duda, en muchos momentos ejerció el arte, pero quizás, solo quizás, si hubieran sido 3,000 de mejor hechura, su impacto habría sido aún mayor. Adiós, Ponce, adiós maestro del pico y la distancia y espero que sea para siempre.
GALDOS NO LO QUISO TOREAR
Hubo otro matador en el cartel, un peruano llamado Joaquín, desconocido y sin nada que aportar. ¿Dónde quedó Galdós? A menudo me parecía mejor que Roca Rey: más puro, más artístico, con mejor uso de los terrenos y recursos, pero simplemente desapareció.
Lo peor de la tarde fue el recuerdo de un toro emplazado que puso a todos en apuros (a parir como decía, "El Moro"). Subalternos, matador y picador no pudieron con él. Al no poder pararlo con el capote, rápidamente alegaron que era “burriciego”, sin demostrarlo en absoluto. Se lo llevaron a capotazos por izquierda y por derecha y nadie se dio cuenta de que era una mentira. Con un público desinformado y una autoridad complaciente, aflora la sinvergüencería.
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